sábado, 12 de diciembre de 2009

Gente chismosa

Las dos mujeres hablaban sin cesar; la de más edad gesticulaba mucho por lo que me llamó la atención y quise escuchar. Sin embargo, el ruido de aquella cafetería me lo impedía. Era hora del desayuno y el lugar estaba a reventar. Su mesa estaba justo frente a la mía, por lo que para enterarme mejor del chisme, me levanté con la intensión de cambiarme de equipal, pero dentro de la misma mesa.

Sin embargo, torpemente derramé el café sobre el mantel azul marino que cubría la mesa. Tres meseros vestidos de manera idéntica –negro con delantal blanco- se acercaron en mi ayuda. El alboroto que hice llamó la atención de los comensales que estaban cerca, quienes me miraron con ojos inquisidores. Todos voltearon, exceptuando estas dos mujeres, quienes seguían enfrascadas en su discusión. La mujer más joven tenía la mirada hacia abajo y el ceño fruncido. Quizá era muy blanca, pero yo notaba palidez en su rostro. Cuando apenas intentaba hablar era callada por quien supuse era su madre.

Una vez que pasó el caos, me senté más cerca de ambas mujeres, pero dándoles la espalda para escuchar mejor. Los meseros me ofrecieron otro café, pero preferí un jugo de naranja. Servido en un vaso de vidrio soplado con posta azul, entonaba perfectamente con la vajilla de cerámica.

Ordené chilaquiles verdes con pollo y volví a poner atención en las mujeres: confirmé mi teoría de que la mayor era su madre ya que hablaba con las frases clásicas de aquellas “me vas a matar de esta decepción” repetía. La hija, con voz muy baja y temerosa le aseguraba que no se iba a casar.

Tuve que voltear la cabeza cuando la enojada madre tomó el clavel de adorno y comenzó a golpear la mesa. Después lo aventó a un macetero que tenía cerca. La hija, con las lágrimas ya visibles tomó una de las servilletas de tela y se dirigió con prisa al baño.

Por supuesto, ambas mujeres se habían vuelto centro de atención del lugar por lo que muchos rostros siguieron el accidentado paso de la menor hacia el baño.

Una mujer gorda, peinado de salón y maquillaje exagerado se acercó a mí y me preguntó si sabía por qué la menor estaba llorando.

-No se quiere casar- contesté.
-Ah, si… ya se le ve la panza, ¿No crees?- Y se fue sin esperar respuesta.

Pinche gente tan chismosa, pensé.