viernes, 7 de mayo de 2010

Buenos días corazón

Para Coátl
Que escribió los diálogos


No sé si la sueño porque la escribo o la escribo porque la sueño. Eso no es lo importante, me repito, Lo importante es terminar esta jodida novela. Tampoco es importante lo que aún duele cuando escribo recordando esa imagen de sus piernas apenas cubiertas por la falda a cuadros del uniforme, mientras recargaba la planta un pie en la pared de la Prepa Norte. Cuando con libros y bolso en brazos, Jimena dedicaba su alma a esperar y a esperar. En esos mediodías en los que los rayos del sol atacaban su cabellera negra haciéndola brillar con violencia y cómo esa larga crin era levantada por el viento que ocasiona el ir abrazada de un tipejo en moto.

Entonces no me quedaba más que tomar el minibús y recargar mi frente en la ventana para contener la rabia de saberla tan no-mía a pesar de los ¡Buenos días corazón! que a diario sus labios egoístas me dedicaban. No me quedaba más que derrumbarme durante esas tardes grises en las que la sabía en otros brazos, en otros ojos, en otra boca. No me quedaba más que esperar a otra mañana, cuando con un beso en la mejilla refrendaba nuestra amistad. Nuestra eterna y puta amistad.

Así pasaron 365 días y otros 365 más. Llegó la universidad, llegó Buenos Aires, llegaron otras mujeres a quienes no les importaba mucho el que fuéramos amigos o no, siempre y cuando estuviéramos en pelotas. Atrás se quedaron esas tardes en las que me ahogaba por un amor infantil por quien sólo quiso una amistad.

La misma amiga que hoy esperé tomando café en el restaurant de siempre. Jimena entró apurando los tacones y pude anticipar la felicidad que cargaba a pesar de tener sus manos ocupadas entre papeles, bolso y su laptop.

-Buenos días, soñé contigo- dije dejando la taza en el plato- ¿Cómo te fue ayer?

-¡Buenos días corazón!, pues me fue muy bien- me contestó besándome en la mejilla. Sonreía y sus ojos me pedían que siguiera con la entrevista mientras tomaba su lugar frente a mí.

-¿La pasaste bien?- pregunté para satisfacer su imperiosa necesidad de contarme. Ella volteó para pedirle a la mesera otra taza de café, y volví a ver esa crin volar. Colocó sus manos en las mejillas mientras recargaba sus codos sobre la mesa. “Enamorada” fue mi diagnostico y espere la confirmación con su respuesta.

-No es un patán- dijo ella con una sonrisa chueca y la mirada que tantas veces atravesó la mía.
-Es bueno saberlo- respondí. -Entonces, ¿ya estas enamorada?

-¡No para nada!- respondió mientras bajaba las manos para estrecharlas y desvió la mirada. Sonreí ante una mentira tan mala, hasta da vergüenza demostrarla. Todo estaba dicho y el diagnostico confirmado.

No es un patán, repetí en mi cabeza mientras daba otro trago al café. Tampoco lo habían sido Jorge, Eduardo, Leo, Christian, Edgar, Israel, Raúl, Renato, Octavio, Javier… y los demás que terminaron partiéndole la madre a Jimena y de pasada a mí, cuando tuve que recoger esos pedacitos en la idiota esperanza de ser notado.

Y recordé: Jimena lloraba en una habitación obscura de paredes altas y cortinas de terciopelo. Jimena desnuda recorría mi cuerpo con sus labios y dejaba un camino de lágrimas. Gotas de arrepentimiento por haber necesitado de tantos nombres para enterarse de lo absurdo que era el haber vivido en la negrura de un mundo sin mí, sin nosotros, sin estar atados por entero y sin remedio. También estaba yo; la actual prominencia de mi abdomen había desaparecido y en su lugar estaba ese raquítico adolescente con el corazón acelerado y las manos nerviosas que sentían todo.

-¿Más café?- Preguntó la mesera interrumpiendo el recuerdo del sueño de la misma forma grosera que mi alarma lo había hecho unas horas atrás.
-Si por favor- Respondí de inmediato y tratando de disimular.

-¿Y qué soñaste corazón?- Me preguntó Jimena después de mi silencio.

-Nada, el sueño viejo que íbamos a Buenos Aires y caminábamos por Avenida de Mayo. ¿Recuerdas?

-Sí, ¿otra vez?, debes de dejar de contarlo tanto, ¿qué tal si por contarlo ya no se hace?

-Tienes razón… será mejor escribirlo, pues, no dicen nada acerca de escribirlo. ¿Cierto?

-Cierto… ¡pero igual y tampoco se cumple!

-Puras supersticiones, cuando menos te lo esperes estaremos aterrizando en Ezeiza- No esperaremos nada, idiota. Me dijo aquél que habita en mi cabeza y que sabe que en unos meses estará recogiendo los pedazos de Jimena que deje este nuevo patán.

3 comentarios:

Coatl S dijo...

nomamesnomamesnomamesnomamesnomamesnomamesnomames x 10000.

Lo imprimo, y se guarda con cariño.

Wow. grax Rox. bravo por toda la edición.... (curiosamente, salio otro personaje, en el que he estado pensando)

Wow.

¡Nos vemos pronto!

Lahetaira dijo...

Y es que todos a veces estamos para recoger los trocitos de eso que hubiéramos querido ser.

Es maravilloso Rox.

Betuel Mercado dijo...

y tal vez tomar un tinto en el café tortoni... lindo